El oralismo ha sido durante mucho tiempo un tema de debate en la comunidad sorda.

Es una filosofía de enseñanza que enfatiza la comprensión y producción oral en detrimento de otras formas de comunicación, como la lengua de señas e incluso el lengua de señas (oralismo puro). Aunque en muchos lugares se ha dejado de lado, todavía se arrastra en los rincones de algunas escuelas y comunidades, imponiendo una barrera significativa a las personas sordas.

Este post se adentrará en los matices de esta filosofía educativa y su impacto en la comunidad sorda, generando una conversación crítica sobre la inclusión y las mejores prácticas para la educación de personas sordas.

 

 

Los cimientos históricos del Oralismo

El surgimiento histórico de la educación para sordos abarca desde la creación de la lengua de señas, la fundación de las primeras escuelas para sordos, hasta la inclusión en las políticas educativas junto al intervencionismo patológico.

La historia nos muestra que el oralismo tuvo su auge a mediados del siglo XIX, con una filosofía fuertemente influenciada por Alexander Graham Bell, quien, además de su trabajo en el teléfono, abogaba por la supresión de la lengua de señas a favor de la oralización. El oralismo se cristalizó en una metodología educativa que, en muchos casos, dejó de lado la lengua de señas, incluso la lengua hablada o la lectura labio-facial.

Si bien puede argumentarse que el oralismo ha evolucionado desde sus raíces más dogmáticas, su impacto histórico en la educación de las personas sordas ha dejado cicatrices.

La cultura sorda y su resiliencia

La cultura sorda ha demostrado resiliencia ante el oralismo impuesto, desarrollando estrategias de supervivencia que van más allá de los métodos de comunicación impuestos. Ha surgido una comunidad sólida y próspera alrededor de la lengua de señas, con festivales, teatros, y una rica tradición literaria y artística. Esta resistencia es testimonio de la tenacidad de la comunidad sorda y de la fortaleza de su cultura.

La cultura sorda no es simplemente una respuesta a la exclusión forzada de la lengua de señas. Es una identidad que se afirma y celebra. La lucha contra el oralismo ha sido, en última instancia, una lucha por el reconocimiento de la diversidad y la validez de todas las formas de comunicación.

Retando el status quo educativo

La educación de personas sordas necesita un cambio. El modelo pedagógico dominante perpetúa la idea de que una persona sorda solo puede ser “exitosa” si se le enseña a hablar y a leer los labios, utilizando prótesis auditivas o incluso implantes cocleares. Sin embargo, esta visión no toma en cuenta las necesidades individuales de cada estudiante sordo, ni las complejidades de su experiencia.

Hay una tendencia a medir el éxito de la educación para sordos en función de cuánto se asemejan al oyente sin discapacidad. La realidad es que el valor de la educación para sordos debe evaluarse en su capacidad para empoderar a los estudiantes sordos, honrar su identidad y fomentar su desarrollo integral.

Reconociendo la bifurcación de caminos

La educación de personas sordas enfrenta actualmente una bifurcación de caminos. Por un lado, hay un movimiento hacia la inclusión y la aceptación de la diversidad lingüística y cultural de la comunidad sorda. Por otro, persisten enfoques más restrictivos que subestiman la capacidad de las personas sordas para prosperar en su propio idioma.

Es fundamental entender que no hay una sola solución para todos los estudiantes sordos. En lugar de imponer un enfoque único, debemos trabajar para ofrecer opciones que respeten la elección y las necesidades específicas de cada estudiante.

La importancia de escuchar

El oralismo no radica en enseñar a hablar o a leer los labios, sino en el dogma de que solo estos métodos son válidos. La realidad es que cada estudiante sordo es único, con diferentes necesidades de comunicación y de aprendizaje. Escuchar a los propios estudiantes, a sus familias y a la comunidad sorda es el primer paso para una educación inclusiva y efectiva.

El diálogo y la aceptación de múltiples perspectivas son cruciales para superar la barrera que impone el oralismo. Solo a través de una colaboración auténtica podremos desarrollar un modelo educativo verdaderamente inclusivo.

Superando la barrera

La superación de la barrera impuesta por el oralismo requiere una transformación en la forma en que concebimos la educación de personas sordas. Esto implica abandonar las actitudes paternalistas que subestiman la capacidad de las personas sordas para tomar decisiones sobre su propia educación y su propio futuro.

Es necesario un enfoque educativo que priorice el aprendizaje integral a través de la lengua de señas, el lenguaje hablado, la lectura labio-facial y otros métodos de comunicación, en función de las necesidades de cada estudiante. La educación inclusiva no consiste en integrar a los estudiantes sordos en una estructura existente, sino en adaptar esa estructura para que sea verdaderamente inclusiva.

Conclusiones y próximos pasos

El oralismo ha sido una barrera histórica para la comunidad sorda, pero no tiene por qué seguir siéndolo. Al reconocer la importancia de la lengua de señas y de la diversidad lingüística en la educación de personas sordas, podemos avanzar hacia un futuro más inclusivo y equitativo.

Los próximos pasos implican desafiar las normas establecidas, promover la aceptación y trabajar en la formación de educadores sensibles a las necesidades de la comunidad sorda. Solo a través de un enfoque más flexible y colaborativo podremos superar la barrera impuesta por el oralismo y abrir nuevas oportunidades de aprendizaje y desarrollo para las personas sordas.

El camino es largo, pero cada paso en la dirección correcta nos acerca a una sociedad que valora y promueve la diversidad, incluyendo la experiencia única de la comunidad sorda.

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